El niño renco

Rubén miraba la vieja y borrosa fotografía de su abuelo: estaba de pie y sonriente. Se apoyaba sobre su pierna derecha y en la muleta que, bajo la axila, sujetaba su brazo izquierdo. La pernera izquierda del pantalón, cosida por debajo de la rodilla, no llegaba al suelo. Le faltaban media pierna y el pie. Al fondo se veía, desvaído, un alto risco del tajo de Ronda.

–¿Miras al abuelo, Rubén?

–Sí, madre, su historia siempre me ha fascinado.

El abuelo Rubén nació en un alto desfiladero del tajo de Ronda, un paraje casi inaccesible y bello, con la Sierra de las nieves al este y una inmensa lámina de agua al sur, el Mediterráneo hasta África. En días muy claros se veían las montañas del Rif. Allí se hizo una chabola su padre, que, como otros bandoleros, se echó al monte después de retirarse los franceses. Vivió de lo que apañaba y de los trabajos que mi bisabuela, a la que arrastró con él, hacía para terratenientes que pagaban con miseria su silencio. Pero su peor desgracia la tenía en esa chabola donde sobrevivía a los golpes y borracheras de su marido, que siempre –de ahí el nombre– aparecía en los bandos de los bandoleros más buscados. Y ahí nació su hijo, mi abuelo Rubén, sin media pierna y pie izquierdos; de tantas palizas que no pararon ni en el embarazo, decían. Su madre buscaba ramas con forma de y griega en los árboles viejos de la serranía, y a medida que el abuelo crecía le fabricaba con sus manos la muleta que necesitaba. Hasta que después de los hechos que acontecieron, pudo comprarle unas muletas de verdad.

Rubén creció con dos desgracias: su defecto de nacimiento –so inútil, me das un hijo y es renco, le decía su padre a su madre– y la de los dos: el marido y padre. En presencia de él, Rubén siempre miraba al suelo. Cuando su madre lo oía llegar, le gritaba:

–¡Ya llega, coge el palo y corre! ¡Vete, vete y no vuelvas hasta que duerma la borrachera!

Y Rubén corría como una liebre; su muleta y su tesón eran su tobillo y su pie. Con solo nueve años, ya curtido por el sol, el frío, el hambre y los golpes, huía entre los desfiladeros por donde se precipitan las aguas del río Guadalevín, el río de leche de los musulmanes. A veces pasaba en soledad días enteros. Si al volver a la chabola oía gritos, se marchaba de nuevo. Había pocos lugares de la sierra que no conociera. Uno de esos días oyó gritos que pedían auxilio. Se acercó con cautela y en el fondo de un barranco vio a un hombre tumbado con sangre en la pierna. Al verlo, le dijo:

–¿Puedes ayudarme muchacho?

–Vale, sí, voy a bajar.

El hombre se asombró al ver la agilidad con la que ese zagal tullido, descendía con una muleta por un terreno tan escarpado.

–¿Te duele mucho? -le preguntó Rubén- tienes una herida muy grande en la pierna y echa mucha sangre.

–No te preocupes que no me va a matar. Me he torcido el tobillo y he caído; una rama se me ha clavado en la pierna y no puedo andar.

–Pues yo te ayudo: como eres bajito te presto mi muleta y yo me apoyo en ti o tú en mí. Después vuelvo a la chabola y traigo cosas para curarte. ¿Tú cómo te llamas? le preguntó Rubén.

–Amigo, llámame amigo, ¿vale? ¿Y tú?

–Yo soy Rubén.

Consiguieron salir los dos. Rubén lo dejó acomodado y fue a su chabola. Se lo contó a su madre que no preguntó. Le dio lo que tenía para curarlo y pan. Volvió, le lavó la herida y lo vendó con trapos limpios.

–¿Me ayudas a llegar a mi cueva, Rubén? le preguntó su amigo.

Caminaron muy despacio hasta que Rubén vio que se detenía y le señalaba unos matorrales:

–Quita esas piedras y separa las ramas y las zarzas. Y no te pinches, le dijo. Apareció la entrada de una cueva con un camastro y varios enseres.

–Aquí me escondo y vivo tranquilo. Tengo una casita en Ronda, una mujer y un chiquillo de tu edad; pero a él no le falta nada en el cuerpo. Yo no puedo ir. Tú háblame de lo tuyo.

Rubén le contó todo: las borracheras, las palizas, la guardia civil buscando a su padre, el hambre. Y que nadie los quería a su madre y a él; que a veces hablaban y su madre se echaba a llorar y le decía que, si no fuera por él, ya se habría tirado por el tajo de Ronda, como hacía la gente.

–¿Y cómo se llama tu padre?

–Bernardo –dijo– pero le dicen Carbonero porque antes hacía picón.

–Ah bueno, ahora hace otras cosas, dijo su amigo.

Durante días lo curó y le llevó la comida que apartaba su madre, porque su Rubén le decía que su amigo era bueno. Y ella no preguntaba.

El amigo se recuperó y volvió a andar.

–Llévale de mi parte estas monedas a tu padre. Dile que te las ha dado un hombre porque lo ayudaste a salir del barranco, le dijo un día su amigo.

–Pero me da miedo que me pegue, dijo Rubén, tembloroso y pálido.

–No te preocupes Rubén, cuando vea las monedas querrá venir a por más. Si te pregunta dónde vivo, se lo dices, que él encontrará el sitio. Pero tú no vengas con él, esto es cosa de hombres.

Rubén volvió a la chabola y le dio las monedas a su padre.

–Lo ayudé a salir del barranco y llegar a su cueva; me dio las dio para usted, padre.

–¿Y cómo se llama ese hombre?

–No lo sé, me dijo que le llamara amigo. Solo eso.

–Eres cojo y tonto, desgraciado ¡cómo no va a tener nombre!

–Pues no me lo dijo.

–Pero tú sabes llegar allí ¿no? te pasas los días por las peñas.

–Sí padre, pero no quiero ir, me da miedo.

–Pues me llevas y te vas. Como no me lleves te rompo las costillas.

–Vale, pero después me voy.

Y eso hizo, lo llevó hasta el lugar y le señaló la entrada. Cuando vio que su padre se encaminaba hacia la cueva, echó a correr y desapareció.

Al volver le contó a su madre lo ocurrido.

–¡Ay, Rubén! ¡Quién sabe lo que le puede pasar a ese hombre! dijo su madre.

Y en efecto, nadie supo nunca lo que le sucedió, ni tampoco al Carbonero, al que no volvieron a ver.

Cuando al cabo de unos días, Rubén se acercó a la cueva, la entrada estaba descubierta y no quedaba nada dentro.

Una noche alguien dejó un paquete en la chabola. Ni su madre ni él oyeron nada. Con el dinero que había en el paquete, su madre compró una casita cerca del puente que une las dos partes de Ronda que separa el tajo y Rubén tuvo unas muletas de verdad.


¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar